La medicina preventiva es una de las herramientas más poderosas de los sistemas de salud actuales para proteger la salud y prevenir enfermedades. Para las mujeres, las pruebas ginecológicas rutinarias, más allá de las que se llevan a cabo en la etapa del embarazo, son indispensables desde la adolescencia, cuando se inician las relaciones sexuales.

En esta primera toma de contacto con el ginecólogo, además de un chequeo inicial, el médico comienza el historial de la paciente y se inicia así un seguimiento que continúa a lo largo de la vida de la mujer. Las visitas a este especialista incluyen consultas sobre la menstruación, anticoncepción, enfermedades de transmisión sexual, embarazo, menopausia o patologías.

Además de las pruebas específicas que pueden resultar necesarias en cada caso en concreto, hay algunas básicas que se realizan con una periodicidad que varía entre el año y los tres años, como las ecografías transvaginales, la citología o la revisión de las mamas.

Los programas públicos para la detección precoz dejan de pautar estas pruebas preventivas a partir de los 65 años, por lo que muchas mujeres dejan de visitar al ginecólogo. Sin embargo, continúa siendo necesario para descartar patologías una visita al ginecólogo al menos cada dos años y acudir de manera proactiva si se siente algún tipo de molestia.

Hay periodos especiales en la vida de una mujer, como durante el embarazo o en la búsqueda del mismo en el que las pruebas ginecológicas son algo más específicas y los expertos las determinarán en función de cada paciente.

Qué importancia tiene seguir un control ginecológico rutinario

La conocida como medicina preventiva es clave en la sociedad actual como herramienta para proteger la salud, prevenir la aparición de enfermedades y, en el caso de que aparezcan, conseguir diagnósticos precoces.

En este sentido, es conveniente que las mujeres (independientemente de si son activas sexualmente o están embarazadas) acudan regularmente a la consulta del ginecólogo para las revisiones pertinentes y, de esta manera, prevenir cualquier alteración y resolver las dudas sobre salud, sexualidad y anticoncepción que puedan surgir.

Después de la primera consulta, los especialistas aconsejan hacer una revisión anual, aunque dependerá de los antecedentes y patologías de cada mujer. Eso sí, no todas las consultas requieren citologías o pruebas específicas, muchas consisten únicamente en una exploración y una conversación con el médico de cara a identificar hábitos saludables relacionados con la salud sexual y reproductiva.

Lo importante es que estas revisiones se hagan de manera periódica para que el ginecólogo conozca el historial clínico de la paciente y pueda identificar algún cambio que sea necesario tener en cuenta o tratar.

En el caso de las mujeres que buscan un embarazo que no llega, al igual que para madres solteras y parejas de lesbianas que desean ser madres, el asesoramiento ginecológico es fundamental. Por ello, además de las citas rutinarias, lo ideal es realizar una consulta con un especialista en fertilidad. En Eugin, la primera visita se realiza con un experto en reproducción asistida para conocer los antecedentes familiares y personales; examinar, a través de pruebas como la ecografía, la reserva ovárica y descartar patologías; y, en el caso de tener pareja masculina, realizar un seminograma.

Pruebas ginecológicas necesarias dependiendo de la edad

Como ya hemos comentado en los apartados anteriores, acudir al ginecólogo una vez al año es la mejor manera de prevenir y detectar enfermedades de forma precoz. No obstante, también hemos señalado que cada visita es diferente y que no en todas las ocasiones se necesitan llevar a cabo las mismas pruebas. Por ello, vamos a identificar ahora los chequeos más necesarios dependiendo de la edad:

  1. Adolescencia. En este periodo se realizan las primeras visitas al ginecólogo tras la aparición de la regla o con el comienzo de las relaciones sexuales. Estas citas consisten, como describimos más arriba, en una exploración general completa de las mamas y de los órganos genitales, además de otro tipo de pruebas necesarias que determine el especialista.
  2. Entre los 20 y los 40 años. El tipo de chequeo que necesita una mujer en este rango de edad dependerá de si quiere usar anticonceptivos, tiene irregularidades en el periodo o está buscando un hijo. En todo caso, las pruebas más corrientes son la ecografía mamaria, la ecografía ginecológica y la citología. Esta última se aconseja hacerla cada tres años entre los 25 y los 65 años. En los casos en los que el historial médico de la paciente muestre antecedentes familiares de cáncer de mama el equipo médico indicará a la paciente a qué edad iniciar los controles mamarios y su periodicidad. Durante esta franja de edad también se pueden realizar pruebas para descartar Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS).
  3. Entre los 40 y los 50 años. En este periodo se continúa con los chequeos mencionados en el apartado anterior y se añade la mamografía, una prueba con RX de la mama, que se aconseja hacer cada dos años (a excepción de los casos comentados en el período anterior de antecedentes familiares con cáncer de mama, en los que se personalizará la periodicidad de las pruebas).
  4. Entre los 50 y los 65 años. Con la entrada en la menopausia, la revisión ginecológica debería ser la misma: exploración ginecológica y de las mamas, citología, ecografía y mamografía. Además, el especialista puede prescribir exámenes hormonales si lo cree necesario.
  5. A partir de los 65 años. A esta edad finalizan los programas públicos para la detección precoz del cáncer de mama o del cérvix uterino y muchas mujeres dejan de visitar al ginecólogo, pero sigue siendo necesaria para descartar patologías una revisión al menos cada dos años y acudir al médico de manera proactiva si se siente algún tipo de molestia.

Existe, además, un periodo muy concreto de la salud ginecológica de las mujeres, el embarazo, que tiene asociados controles propios: analíticas, ecografías, tensión arterial, vigilancia del peso, entre otros.

Las mujeres que llevan a cabo tratamientos de reproducción asistida también necesitan someterse a una serie de pruebas antes de comenzar con el procedimiento. Varían en función de su edad y de la técnica de reproducción asistida. Las pruebas comunes para todas son una analítica de sangre completa para determinar el estado de buena salud general de la mujer, y una exploración ginecológica, consistente en una citología y una ecografía transvaginal. En la gran mayoría de los casos, se recomienda realizar un recuento de folículos antrales, que se realiza con una ecografía vaginal, o bien una determinación de la hormona antimulleriana para conocer la capacidad de producir óvulos de la mujer.

Cuáles son las pruebas más comunes

Hemos hablado a lo largo de todo el artículo de las diferentes pruebas ginecológicas que puede llevar a cabo la mujer a lo largo de su vida y, en este apartado, vamos a detallar un poco más en qué consisten:

  • Ecografía transvaginal. Es un tipo de exploración interna que utiliza ondas de alta frecuencia mediante la que se examinan la vagina, el útero, las trompas de Falopio, los ovarios y la vejiga y que se emplea para descartar la existencia de quistes, pólipos o miomas.
  • Citología (o test de Papanicolau). Es una prueba mediante la que se toma una muestra de las células de la vagina y del cuello uterino con el fin de examinarlas y descartar posibles enfermedades como el cáncer de cuello de útero.
  • Test del virus del papiloma humano. Se realiza ante citologías con resultados anormales y en mujeres mayores de 30 años, cada cinco años.
  • Ecografía mamaria. Se trata de un examen de toma de imágenes de las mamas mediante ondas sonoras o ultrasonidos que se emplea para identificar lesiones en el pecho.
  • Mamografía. Al igual que la prueba anterior, esta se utiliza para identificar lesiones en las mamas, pero a través de un aparato de RX.
  • Exámenes hormonales. El análisis o perfil hormonal consiste en una analítica de sangre que sirve para determinar el valor de varias hormonas relacionadas con el ciclo menstrual.

Además de estas pruebas más generales, existen otras que se realizan en caso de que el especialista necesite más información, entre ellas: colposcopia (se observa de manera detallada el cuello del útero, paredes y entrada de la vagina y se realiza cuando se sospecha una lesión); histeroscopia (esta prueba se emplea para estudiar el endometrio cuando la mujer tiene problema de fertilidad o sufre alteraciones del ciclo menstrual, tiene pólipos o miomas); y biopsia (consiste en tomar una pequeña muestra de una lesión atípica y analizarla en el laboratorio).

Las revisiones rutinarias son herramientas clave de las que disponemos para prevenir y detectar enfermedades. Para las mujeres, independientemente de si están embarazadas, acudir regularmente al ginecólogo es fundamental para prevenir cualquier alteración y resolver las dudas sobre salud, sexualidad y anticoncepción que puedan surgir.

La primera consulta se debería hacer en la adolescencia, con el inicio de las relaciones sexuales, la llegada de la menstruación, debido a irregularidades en el ciclo, interés en los métodos anticonceptivos o dudas relacionadas con la sexualidad. Después de esta primera visita, los especialistas aconsejan revisiones anuales, aunque esta periodicidad variará en función de los antecedentes y patologías de cada mujer.

Las pruebas ginecológicas más comunes entre los 20 y los 65 años son la ecografía transvaginal, exploración interna que utiliza ondas de alta frecuencia mediante la que se examinan la vagina, el útero, las trompas de Falopio, los ovarios y la vejiga; la citología, prueba a través de la que se toma una muestra de las células de la vagina y del cuello uterino con el fin de examinarlas y descartar posibles enfermedades como el cáncer de cuello de útero; y las pruebas de las mamas, tanto ecografía como mamografía que, con técnicas diferentes, tratan de identificar posibles lesiones en el pecho.

No en todas las consultas con el ginecólogo se realizan las mismas pruebas, aunque lo que sí es necesario siempre es hacerlas de manera periódica cuando estén pautadas (por ejemplo, a partir de los 25 años, las citologías se hacen cada tres años) y abordar estos temas de manera natural y sincera con el ginecólogo de cara a identificar hábitos saludables en materia de salud sexual y reproductiva.

En la vida de las mujeres hay etapas especiales, como a partir de los 65, periodo en el que se aconseja continuar con las revisiones; el embarazo; y la búsqueda de embarazo. En este último caso, además de las citas rutinarias, lo ideal es consultar con un especialista en fertilidad. En Eugin, la primera visita se realiza con un experto en reproducción asistida para conocer los antecedentes familiares y personales y examinar a través de pruebas ginecológicas más específicas el tipo de tratamiento más adecuado para cada paciente.